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Para el estudio del esqueleto apendicular, consideramos el miembro torácico y el miembro pelviano. Recordamos que en los miembros, sustituimos los términos dorsal y ventral por proximal y distal. Además, en la mano en concreto, sustituimos los términos de craneal y caudal por dorsal y palmar. De igual forma, en el pie utilizamos los términos dorsal y plantar. En una visión general del miembro torácico, podemos apreciar cómo este miembro no tiene articulaciones óseas ni con el tronco ni con el cuello. Se trata de una unión exclusivamente muscular, una sinsarcosis. Por otro lado, la escápula y el húmero son los dos únicos huesos que, durante la extracción del animal, cuando está sin movimiento, tienen cierta angulación. El resto de los huesos, desde el antebrazo hasta el extremo distal del miembro, se dispone de forma alineada, a manera de columna. Lo que nos indica que es un miembro que está adaptado a soportar el peso durante la extracción. Cuando nos acercamos al miembro pelviano, podemos observar que, a diferencia del torácico, presenta en su zona más proximal una articulación directa con la columna vertebral, en concreto con las vértebras sacras, con el hueso sacro la articulación sacroilíaca. Una articulación que permite que las fuerzas que se generan en estos miembros pelvianos se transmitan de manera fiel a lo largo de la columna y el tronco del animal, para general el movimiento. Sus radios óseos, como vemos, tienen una mayor inclinación que en el torácico. Esto supone una mayor longitud de los miembros pelvianos. Junto con las grandes masas musculares que acompañan estos radios óseos, nos indica que son unos miembros diseñados para impulsar al animal durante el movimiento.