Hoy vamos a estudiar los huesos que
integran el esqueleto de la cara.
Primero lo
haremos en el caballo
y después procederemos a abordar
los aspectos comparativos.
El esqueleto de la cara podemos
dividirlo en tres grandes apartados.
En primer lugar, los huesos,
que integran
lo que conocemos con el nombre
de macizo facial;
se trata de una serie de huesos
que prolongan rostralmente
el cráneo. Por otra parte,
analizaremos las mandíbulas.
Y por último, veremos cómo se conforma
el aparato hioideo,
una cadena de pequeños huesos
situados en el espacio intermandibular
y que se relacionan con la
laringe y con la lengua.
Vamos a nombrar en primer
lugar los huesos
que integran el macizo facial.
Y para ello vamos a hacerlo de
caudal a rostral. El hueso más caudal
corresponde también al
frontal. Recordamos
que este hueso participó
con su escama
en la conformación del techo
de la bóveda del cráneo.
Sin embargo, en la cara hay que
referir las porciones nasales,
la porción nasal del frontal y
la porción orbitaria de este hueso.
Estas porciones, podemos verlas
mejor en un frontal aislado.
En este caso observamos caudalmente todo
lo que la escama
con su apófisis cigomática del frontal.
Apreciamos la porción nasal
y medialmente, para formar parte
de la pared de la órbita,
la porción orbitaria de dicho hueso.
El hueso frontal se continúa rostralmente
con los huesos nasales.
Estos huesos nasales se caracterizan
en el caballo
porque terminan de forma puntiaguda.
Como accidente
a destacar en este hueso,
por su cara interna
apreciamos una cresta.
Esta cresta que vemos aquí recibe el
nombre de cresta etmoidal del nasal
porque aquí se iba a fijar
la concha nasal dorsal,
un etmoturbinado perteneciente
al hueso etmoide.
El hueso más rostral del macizo
facial corresponde hueso
incisivo.
Los dos huesos incisivos se unen
fuertemente entre sí,
delimitan un canal interincisivo
para el paso
de formaciones vasculares
y presentan diferentes accidentes.
Lo más destacable de este
hueso incisivo
va a ser la presencia de un
cuerpo con dos caras.
Una superficie que contacta
con el labio,
lo que va a ser la cara labial.
Y una superficie ventral que se
corresponde con el paladar duro
con parte del paladar duro,
lo que es la cara palatina.
Asimismo, en este hueso destaca una
apófisis llamada apófisis alveolar
que presenta una serie de oquedades,
los alveolos óseos,
para que se alojen ahí
los tres dientes
incisivos que caracterizan
a esta especie.
Asimismo, por esta cara ventral,
apreciamos un saliente del hueso
incisivo que es la apófisis palatina.
Junto con otros accidentes
esta apófisis participará en la conformación
del paladar duro.
Por último, el hueso incisivo
termina en una apófisis muy saliente.
Esta apófisis saliente recibe
el nombre de apófisis nasal.
Como podemos ver en el
esqueleto completo
dicha apófisis recibe este nombre porque
establece articulación
a modo de sutura con el hueso nasal.
Destacar también que
el hueso incisivo
y el hueso nasal van formando
una amplia escotadura
que recibe el nombre de escotadura nasoincisiva
o abertura nasal ósea. Esta abertura
nasal ósea es mucho más amplia
que la abertura nasal que
apreciamos en el vivo.
Ya que en esta zona es
donde se sitúan
los cartílagos nasales
que configuran los ollares.
Yéndonos hacia el plano lateral
y también de caudal a rostral
podemos mostrar los huesos
que siguen completando
este esqueleto del macizo
facial. Por una parte,
articulado entre lo que es el hueso
frontal y lo que es el hueso nasal,
vamos a situar el hueso lagrimal.
Este hueso lagrimal presenta una
superficie o cara facial
y presenta también una superficie
o cara orbitaria.
Lo podemos apreciar en este
hueso lagrimal aislado.
Sacamos el hueso del esqueleto facial
y apreciamos por una parte
su cara orbitaria la que
configura parte de la órbita
y, por otro lado, la cara facial.
Como accidente más destacado
de este hueso
destacamos en su cara orbitaria
ya una fosa, la fosa lagrimal.
Esta fosa presenta un orificio,
el orificio lagrimal
y ese orificio da entrada
a un canal, el canal lagrimal
que como vemos recorre la
superficie interna de hueso.
Este canal lagrimal va a alojar
al conducto nasolagrimal.
El conducto que va a
llevar la lágrima
desde el ángulo medial del ojo
hasta el vestíbulo
de la nariz.
Ventralmente al hueso lagrimal
se sitúa el hueso cigomático.
Este hueso cigomático
también presenta una superficie
o una cara facial
y presenta también una superficie orbitaria
por lo tanto, también constituye
parte de la órbita.
Y lo más destacable de este hueso
es una apófisis que se sitúa
caudalmente al mismo,
que es la apófisis temporal
del hueso cigomático.
Podemos apreciar esta apófisis en
este hueso cigomático
aislado donde apreciamos
por una parte
la superficie facial, la superficie
orbitaria
y por último, lo que es la apófisis
temporal del hueso cigomático.
Aquí conviene destacar que esta
apófisis temporal del cigomático
termina uniéndose
a la apófisis cigomática del temporal.
Y esta unión determina
lo que conocemos
en todas las especies con
el nombre de arco cigomático.
Un saliente muy importante
para el origen
de un músculo masticador como
es el músculo masetero.
Un hueso situado rostralmente al lagrimal
y al cigomático y lateralmente al nasal
y al incisivo es el maxilar.
El maxilar es el hueso más
grande del macizo facial
y en él destacamos una serie
de accidentes importantes.
Por una parte, destacamos también
como en el incisivo,
una apófisis alveolar. Esta apófisis alveolar
va a permitir la implantación
de los dientes molares y premolares
del caballo. Asimismo,
en su cara facial
destaca un importante orificio.
Este orificio que contemplamos
en el maxilar
es el agujero infraorbitario.
El agujero infraorbitario es el
orificio por donde va a salir
el nervio infraorbitario que recoge la sensibilidad
del labio superior
y corresponde a la terminación de un
canal que discurre internamente
por el maxilar, que es el canal infraorbitario.
Asimismo, en la cara facial
de este hueso
destacamos un accidente cortante,
la cresta facial.
Como se puede observar,
esta cresta facial
también afecta a parte del
hueso cigomático.
Y va a ser también punto de origen
del referido músculo,
masetero.
Otros accidentes importantes
del hueso maxilar
lo vemos por su cara ventral.
En un primer momento destacamos lo
que son las apófisis palatinas del maxilar.
Esta apófisis palatinas
del maxilar,
junto con las apófisis palatinas del incisivo,
van completando la mayor
parte del paladar óseo,
paladar duro.
Y caudalmente
también destacamos en
el hueso maxilar
la presencia de un saliente óseo
que recibe el nombre de tuberosidad maxilar.
Estos accidentes podemos también
referirlos en un hueso maxilar
aislado, donde destacamos la apófisis
alveolar, el agujero infraorbitario,
la cresta facial, la tuberosidad maxilar
y la apófisis palatina
de dicho hueso.
Referir también que la superficie
interna del maxilar
hay una cresta mucho más
desarrollada en los animales viejos
que reciben nombre de cresta
conchal del maxilar,
puesto que va a servir
para implantación
de la concha nasal ventral.
El paladar duro o paladar óseo
queda completado por un tercer hueso.
Se trata del hueso palatino.
Este hueso palatino se compone
de dos láminas.
Por una parte, la lámina horizontal
del hueso palatino
que junto con las apófisis palatinas del
maxilar y las apófisis palatinas del incisivo completan
ya todo lo que es el paladar duro o
paladar óseo. El hueso palatino,
además de tener esta lámina
horizontal dispone también
de una lámina perpendicular. Esa
lámina perpendicular que vemos
cómo se dirige hacia el
fondo de la órbita,
se une en los animales adultos con
la apófisis pterigoide del basiesfenoides.
De tal manera que estos animales ya
de mayor edad es muy difícil
separar el límite entre las apófisis pterigoides y las
láminas perpendiculares
del palatino.
Podemos también apreciar
estas dos láminas
en un hueso palatino aislado
del esqueleto facial.
Si extraemos el palatino,
como podemos observar, esta sería
su lámina horizontal y
la que tenemos en posición vertical,
correspondería a la lámina
perpendicular del hueso palatino.
En referencia al hueso
palatino y también en
relación con estas apófisis pterigoides
conviene resaltar la presencia de
un pequeño hueso que se dispone
entre ambas estructuras.
Se trata del hueso pterigoideo.
Este hueso pterigoideo no hay que confundirlo
con las apófisis pterigoide del basiesfenoides
y es un hueso que, como apreciamos,
se dispone medialmente
a la lámina perpendicular del
palatino y a dicha apófisis pterigoide del basiesfenoides.
Destaca en este hueso pterigoideo
un pequeño saliente
que recibe el nombre de gancho pterigoideo.
Este gancho pterigoideo presenta un surco
por donde discurre el tendón del
músculo tensor del velo palatino.
Respecto a las fosas craneofaciales
que completan este esqueleto
de la cabeza del caballo
ya hicimos mención a
la fosa temporal.
La fosa temporal, que vemos que
se configura mayoritariamente
en la bóveda del cráneo,
sirve para origen del músculo
temporal. Y completa
en esta fosa craneofacial
por una parte,
la órbita donde se va a alojar
el globo del ojo.
Esta órbita presenta un borde
supraorbitario
principalmente conformado por
el frontal, por su apófisis cigomática del frontal
y un borde infraorbitario que nos lo delimitan
el cigomático y el lagrimal.
Pero asimismo, destaca una fosa
importante entre la tuberosidad maxilar,
la lámina perpendicular del
palatino y las propias apófisis pterigoides del basiesfenoides.
Se trata de la
fosa pterigopalatina.
Esta fosa pterigopalatina
podemos considerarla
como una prolongación de
la fosa temporal.
Y es importante porque en dicha
fosa se abren tres orificios
que debemos recordar.
El más dorsal es el agujero
maxilar. El agujero
maxilar que se va a continuar por
el interior del hueso
conformando un canal óseo,
canal infraorbitario que termina saliendo
por el agujero infraorbitario. Por aquí
por este canal y por este agujero,
es por donde va a discurrir
el nervio infraorbitario.
En esta fosa pterigopalatina
destaca otro orificio en su
parte media de aspecto esferoidal.
Ese orificio de gran tamaño es
el agujero esfeno-palatino
que comunica directamente con el
interior de la cavidad nasal
y sirve para el trayecto
de los vasos
esfeno-palatinos.
el agujero más ventral que se sitúa
en esta fosa pterigopalatina
corresponde al agujero
palatino caudal.
Este agujero palatino caudal
es la entrada al canal palatino mayor
palatino mayor que termina
en el paladar duro,
en un orificio que se conoce
con el nombre de agujero
palatino mayor. Por aquí van a
discurrir la arteria, vena
y nervio palatino mayor.
El esqueleto del macizo facial se
complementa con otro dos huesos
que tienen interés respecto
a la conformación
de la cavidad nasal.
En esta sección sagital
podemos apreciar
el interior de esa cavidad nasal
y destacamos en primer lugar,
la presencia de un hueso
que discurre pegado
a la superficie del paladar duro.
Este hueso que vemos aquí
procedente prácticamente
de la base del cráneo
es el hueso vómer.
Este hueso vómer
lo referimos cuando estudiamos
dicha base,
puesto que, si recordamos,
presentaba unas alas
las alas del vómer, que cubrían
parcialmente al hueso prefenoide.
El hueso vómer se prolonga por
todo el suelo de la cavidad nasal,
y va a presentarnos un surco
aquí vemos hueso vómer aislado
con sus alas,
un surco donde se va a implantar
la porción cartilaginosa del septum nasal.
Lo apreciamos también en la sección
sagital, el surco del vómer para
implantación del septum
que nos va a separar las
dos cavidades nasales.
Pero además del vómer debemos
recordar también
la existencia del hueso etmoide.
Este hueso etmoide lo describimos
en parte
cuando analizamos la fosa del cráneo,
puesto que su lámina cribosa constituía
el límite rostral
de las fosa craneana y
delimitaba lo que eran
las fosas etmoidales. Pues bien conformando
parte del esqueleto de la cara
y concretamente de la cavidad nasal
conviene que destaquemos ahora
una serie de partes del hueso etmoide.
Por una parte vamos a
destacar la lámina perpendicular
una lámina ósea impar que forma
parte del tabique nasal óseo.
Y asimismo, una serie de etmoturbinados que
conforman el laberinto etmoidal.
En este laberinto
etmoidal conformado
por estos etmoturbinados destacamos la presencia
de dos volutas de gran tamaño.
Por una parte la concha nasal dorsal,
que recordamos termina fijada
el hueso nasal,
la concha nasal media
y por último, las restantes etmoturbinado
que en su conjunto
constituyen el laberinto,
etmoidal.
En una preparación de un animal
de mayor tamaño
podemos apreciar el enorme desarrollo
de la concha nasal dorlsal y vemos cómo
la concha nasal media
queda oculta mayoritariamente
por esta lámina
ósea impar
que normalmente referimos
con el nombre
de lámina perpendicular del etmoide.
Completan el esqueleto del macizo
facial un hueso aislado
que va a conformar parte
de la concha nasal
ventral. Y lo observamos
en esta preparación. Vemos como
justamente debajo de la concha nasal dorsal
quedan los restos de
esta concha nasal
ventral, concretamente de su hueso.
Se trata de un hueso aislado que se
fija a la cresta conchal del maxilar.
Estas conchas nasales lógicamente
serán analizadas
cuando estudiemos, en la cabeza del
caballo, la cavidad nasal
y los senos paranasales.
Como dato interesante, referir
que gran parte de los
huesos de la bóveda
y principalmente, del
hueso del cráneo
y principalmente de los
huesos de la cara,
se trata de huesos que están
huecos, que en su interior
presentan cavidades que delimitan
los llamados senos paranasales.
En esta preparación donde
hemos abierto
una ventana al maxilar, apreciamos
como la mayor parte del maxilar
es un hueso completamente hueco.
Esa oquedad que referimos
en el hueso maxilar
recibe el nombre de seno maxilar.
Y en el caballo
se divide en dos compartimentos
separados por un septo,
el seno maxilar rostral y el seno
maxilar caudal.
Por el interior
de este seno
advertimos la presencia del canal infraorbitario.
Recordamos que es el canal
delimitado entre el agujero maxilar
y el agujero infraorbitario, para el tránsito
del nervio infraorbitario.
Asimismo, apreciamos como
los huesos frontales
e incluso parte del hueso nasal
también están huecos
constituyendo un gran seno,
el seno frontal
que se conoce en otras especies o seno concho-frontal del caballo.
Porque en este caso ese seno se prolonga
desde el hueso frontal
hacia el interior
de la concha nasal-dorsal.
Estas oquedades que
afectan al hueso
maxilar, al hueso frontal, a
la concha nasal dorsal,
se complementan también
con otras cavidades
que afectan a huesos de la base
del cráneo y del esqueleto
de la cara. En esta preparación
podemos apreciar
en el corte sagital la extinción
del seno concho-frontal
como se extiende por
el interior de la concha
nasal dorsal de los huesos frontales,
vemos el laberinto etmoidal
y apreciamos
en la parte más ventral
del esqueleto
de la cara del macizo facial y
afectando también al hueso
prefenoide, un seno que en el caballo
reciben nombre de seno esfeno-palatino
puesto que es un seno que se labra
en la lámina perpendicular
del hueso palatino y que afecta
también al hueso prefenoide.
Por lo tanto, este seno esfeno-palatino
el seno concho-frontal y el seno maxilar, son los principales senos paranasales
que se estudiarán cuando se
analice la cavidad nasal.